Ecoflor: una historia que toma forma propia
- Ecuador y sus Flores

- 17 oct
- 3 Min. de lectura

Hace casi tres décadas, la historia de Ecoflor comenzó lejos de Ecuador, al otro lado de los Andes. Durante años, su fundador, Manuel Sarmiento, trabajó en el negocio de las flores desde su país natal, Chile, al frente de una comercializadora que crecía cada temporada. Hasta que un día, casi por intuición, decidió dar un paso que cambiaría su vida: comprar su propia finca. Sin experiencia en floricultura, pero con la curiosidad intacta, llegó a un país nuevo, a un terreno con potencial y con muchos desafíos.
Al principio, Ecoflor era una finca más dentro de un mercado competitivo y exigente. Ellos la manejaban desde Chile sin involu
crarse demasiado. Las variedades que cultivaban iban sobre todo al mercado estadounidense, con buenos volúmenes, pero sin una identidad definida. “Me tocó aprender desde cero”, recuerda su fundador.
“Ver lo que hacían los grandes, entender por qué eran buenos, y decidir que quería competir con ellos”. Esa fue la semilla de un cambio profundo: pasar de ser una finca productiva a una finca boutique.
Hace dos años, la familia decidió dar el paso definitivo. Vendieron la comercializadora en Chile, se mudaron a Ecuador y tomaron el control total de la finca. Desde entonces, Ecoflor no solo ha crecido en hectáreas y variedades, sino en visión. Hoy cultiva más de 50 tipos de rosas —variedades especiales, demandadas por los mercados más exigentes— y ha logrado abrirse paso con clientes directos en distintos continentes.

“De ser un chileno desconocido, pasamos a tener una finca reconocida por su calidad y por su cercanía con los clientes”, cuenta.

El cambio se siente en cada rincón. La finca, que alguna vez exportaba sin mirar más allá del embarque, ahora tiene sistemas de control y auditorías internas diarias. Si una flor no pasa los estándares, simplemente no se embarca. Esa rigurosidad ha sido clave: hacer lo mismo, pero de manera diferente, con presencia y enfoque. Los resultados son visibles: mejores procesos, mejor calidad, y sobre todo, una nueva forma de entender el trabajo.
Pero detrás del crecimiento hay una historia humana. Ecoflor ya cuenta con el sello Flor Ecuador y la certificación Flor Verde, además de un reconocimiento del Ministerio de Trabajo por mantener un ambiente laboral saludable.
“Más allá del sello en sí, las certificaciones son un reflejo del trabajo que día a día hacemos dentro de la finca, dando a los empleados la calidad de vida que se merecen y cumpliendo rigurosos procesos de calidad”.
“Queremos crecer con calidad, no crecer por crecer. Que nuestra gente se sienta parte de la finca y crezca con nosotros”, dice con convicción. En Ecoflor, las fiestas se celebran con todos; los logros son colectivos, y el sentido de pertenencia es parte natural del ambiente.
Hoy en día cuentan con trece hectáreas en producción y próximamente duplicarán su área.

Esta proyección de crecimiento es el resultado de haber generado confianza y satisfacción en sus clientes. Sus estándares de calidad han permitido que sus clientes les demanden más flor y más compromiso. Este crecimiento futuro es el resultado de ese compromiso. Ecoflor vive una etapa de madurez. No busca parecerse a un grupo, sino afirmarse como una finca con identidad, con un sello propio. Por eso, su nueva imagen no es solo un cambio de logo, sino una declaración: la de una empresa que encontró su norte, que entiende su oficio, y que ha aprendido que el éxito no está en producir más, sino en hacer las cosas bien, desde adentro.








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